¿Cómo Comunicar?

Sobre Posibles Caminos para Compartir la Experiencia de la Educación Somática y Body-Mind Centering®.

hay un lugar desde el que nos compartimos al que resulta fértil volver constantemente. volver para organizar, reordenar, recomponer y, de esta manera, ir afinándonos cada vez con la intención de la que nace ese ir al encuentro del mundo.

en el caso de escoger un camino de investigación como la Educación Somática y Body-Mind Centering® (BMC®), tal vez pararse sobre ese lugar signifique preguntarse el cómo nos es posible transmitir este proceso de manera creativa, en el sentido de despertando interés, haciendo partícipe, componiendo juntas. ¿qué rutas nos dan soporte a la hora de comunicar un camino de vida, que está siempre vivo y enriqueciéndose del proceso de encuentro?

en mi experiencia, una vez introducido el tema, la gente comienza a mostrar interés generalmente cuando paso a concretar posibles aplicaciones del BMC® y me centro en la cuestión educativa.
ahí el interés aumenta considerablemente, sobre todo para personas que no tienen ningún tipo de contacto con los estudios del cuerpo y del movimiento.
pero la palma se la llevan los ejemplos, principalmente si están relacionados con el ámbito del desarrollo temprano: ¿cómo empezamos a alcanzar hacia el espacio? ¿qué estímulos favorecen qué? ¿fue antes la forma del hueso o el movimiento?
pero también otros que incluyeran aplicaciones de las prácticas somáticas en diferentes ámbitos como el yoga o la danza. en alguna ocasión hablé, por ejemplo, de cómo de diferente se mueve un bailarín que conecta su sistema urinario con su psoas y, por lo tanto, con sus miembros inferiores a uno que no tenga esa asociación.

es evidente que estamos saturados de nombres, técnicas y disciplinas (muchas veces venidas del extranjero) con las que nos bombardean por todas partes. el sobreestímulo que caracteriza el modus vivendi de nuestra sociedad desfavorece que podamos tocarnos con las palabras y habitar procesos vivos.
y definitivamente, siento que, como en cualquier caso donde se busque este “tocar a alguien con la palabra”, lo importante es afinarse con una comunicación adecuada a cada receptor. no hay fórmulas, sino rutas posibles.

en mi sensación, la profundidad y densidad del material de BMC® es tal que se hace preciso descubrirla como quien desvela un secreto.
y si, llegada a este punto, me mantengo firme en el gesto de volverme hacia el lugar desde el que me comparto, me doy cuenta de cuánto dar a conocer la educación somática pasa por ser rigurosas/os en nuestra práctica de corporeizar el propio material de estudio y exploración, de habitarnos en una práctica cotidiana de estar presentes, de estar, como se diría en inglés, embodiment.
intuyo que cada cual vivencia esta posibilidad desde una comprensión muy diferente.
en mi caso experimento que este lugar desde el que decido comunicarme es un espacio sagrado. su especificidad late y genera resonancias. no puedo compartir aquello que no forma parte de lo que soy, igual que no puedo enseñar aquello que no he integrado primero.
al menos en el sentido en el que yo entiendo la enseñanza.

volvemos a la cuestión educativa: recuerdo que cuando le hablaba al iniciar el programa de educadora somática del movimiento (SME) a mi papá (entonces un hombre práctico y de tendencias escépticas) del berenjenal en el que me estaba metiendo, encarnar con mis gestos la “utilidad” del proceso y del estudio era lo que lo tranquilizaba, en el sentido de que él buscaba una comprobación puramente física de que existían aplicaciones para aquello.
cuando hablo de encarnar o corporeizar con mis movimientos, me refiero a compartir desde mi cuerpo una experiencia somática. o, en otras palabras, a evidenciar con mi cuerpo que he entendido algo, algo que va más allá del tejido de la palabra. que la integra, sí, pero que también necesita de la experiencia a la que nombra para darle soporte.
como una colega escribió una vez: “acompañar a la palabra en su nacimiento”.

digamos que para mí hablar (o escribir) de BMC® significa honrar en nuestro propio cuerpo este proceso donde articulamos a través del estar presentes las profundas conexiones entre cuerpo, movimiento y consciencia (lema de la Asociación Movimiento Atlas, por cierto).
y es cierto que en el BMC® se entiende que la práctica somática de por sí implica una integración corporal que trasciende el simple ejercicio del raciocinio, pero para mí, la intención es una fuerza añadida.
cuidar la intención desde la que nos compartimos convoca necesariamente un proceso de decisión, responsabilidad y desarrollo. algo que viaja, algo que crece, algo que nos invita a la continuidad.

y tal vez este esté siendo uno de los grandes descubrimientos a la hora de volver una y otra vez al lugar desde el que comunico a cualquier otra persona qué significa que me formo como educadora somática del movimiento, qué es el BMC® y en qué consisten esos tales estudios de Zaragoza: acompañarme en la continuidad.
otro mundo emerge aquí, cuando de repente caigo en cuán necesarias resultan las estrategias para dar soporte a la tal continuidad.
¿cómo habitarse en un ecosistema que se deshabita? ¿qué prácticas nutren este proyecto?
cada cual irá encontrando sus respuestas, sus desafíos, sus suaves revelaciones.

algo me dice que el poder está en lo pequeño, y en el corazón pulsante en cada detalle.
de hecho -regresando a la pregunta que da título al texto-, para mí es un placer profundizar en el concepto de resonancia celular a la hora de conversar sobre el BMC®.
se trata de un tema profundamente físico (y, al mismo tiempo, profundamente espiritual) que, aunque inicialmente causa cierta incomodidad, luego da pie a enlazar mundos que en nuestra sociedad, de tan categorizados, parecen incompatibles. yo lo llamaría apología de la Presencia.
estamos tan acostumbrados a ir hacia afuera y a movernos en la periferia, que retomar -con practicidad- el horizonte celular nos permite crear un puente hacia un espacio íntimo, donde no hace falta ningún esfuerzo, donde pasamos del deseo (o del querer) al ser simple y llanamente.
el orden celular nos lleva de viaje hacia el origen, nos catapulta a la sabiduría embrionaria -y al material ontogenético- y a algo que para mí es clave en los estudios somáticos: el desarrollo.
concentrándonos en algo tan simple como el toque celular, corporeizándolo, mostrándolo, tocando y describiéndolo -propiciándolo-, atravesamos en un solo movimiento gran parte de los principios de nuestra investigación:

  • acompañamos la emergencia de una intimidad sobre la que la curiosidad de nuestra receptora o de nuestro receptor puede apoyarse. como en un bebé, podemos explorar curiosamente cuando previamente establecemos un vínculo, cuando nos sentimos cómodos y hemos salido del modo de “supervivencia”.

en esta intimidad resonamos, los tejidos comparten información, atendemos a la sensación, a la experiencia, damos cabida a un estado donde regulamos con mayor claridad si vamos hacia afuera o hacia adentro.
este es un punto de partida fantástico para revelar lo fundamental que es para cualquier ser modular las fases de exposición o dilatación (que se corresponden con el sistema nervioso simpático) y las de recogimiento o condensación (más ligadas al sistema nervioso parasimpático).
¿cómo modulamos nuestra presencia cotidiana de acuerdo a esto? ¿tenemos tendencia a un estado más simpático o más parasimpático? ¿qué implicaciones tiene para nosotras/os? ¿qué posturas nos invitan más a un estado que al otro?

  • nos sumergimos en un proceso somático (palabreja que en ocasiones parece difícil de explicar) desde el que podemos abordar el ámbito educativo y terapéutico dando ejemplos, estimulando el nacimiento de preguntas, cocreando juntas.
  • modulamos la porosidad de nuestras membranas, comunicamos límites y deseos, dudas, cuestionamientos. se evidencia aquí la importancia que, a mi parecer, desde la práctica del BMC® se coloca en la calidad de la comunicación entre cualquiera de las partes implicadas; algo que se pone de manifiesto claramente en las sesiones terapéuticas o en las sesiones de carácter más educativo con bebés o niñas/os y sus familiares.
  • nos situamos en un lugar desde el que es sencillo comprender la importancia de la forma en la que abordamos el material en la técnica del BMC: sistema por sistema, demorándonos en experimentar la consciencia y especificidad de cada uno de ellos para, poco a poco, ir integrándolos en una comprensión más global, más holística.

una práctica fascinante es atravesar diferentes tipos de toque partiendo del toque celular, ese en el que, simplemente, permitimos que los tejidos en su globalidad se encuentren, sin albergar más intención que la escucha. tuve una profesora de danza que llamaba a esto “manos para nada”.
esta potencia de la escucha es otra de las claves hacia la que es posible encaminarse.
del toque celular, a un toque de cualidad más ósea (buscando por ejemplo las diferentes capas del hueso o acompañando su espiral), a uno más fluido donde se diferencien los variados ritmos con que se expresan los conductos de la sangre (arterial y venoso).
¿qué tal experimentar juntas tipos de toque que nos guían hacia los patrones prevertebrales, aquellos de acuerdo a los que nos fuimos organizando a medida que nos desarrollábamos en la barriguita de mamá?

las posibilidades son infinitas si el proceso vive, descansa, late y permite sinergias.

este es el motivo por el que no concibo una comunicación honesta e íntegra con el cuerpo que vamos creando (y siendo) que no sea creativa.
tal vez repose aquí otra de las llaves que nos guíen en un compartir saludable y eficaz sobre los estudios somáticos: el gozo de comunicarse en integridad.


Arminda Abdola
Estudiante SME e IDME. 1ª Promoción España

www.armindaabdola.com